Dios creó el mundo y tal y tal. Hasta ahí todo claro.
Mucho tiempo después de crear la tierra y las estrellas..., y hasta al hombre mismo, envió a su hijo a este planeta para ver cómo andaban las cosas. Loc ierto es que todo estaba manga por hombro y entonces decidió convocar un curso, el de dios. No todo el mundo podía matricularse en él, obviamente, porque la cosa tiene su seriedad y con esos asuntos no se juega ni un poco.
Se eligió a trece personas para la primera convocatoria: La primera de ellas sería el hijo mismo de Dios, que haría las veces además de maestro ya que era el mismo Dios hecho carne, y doce de sus mejores discípulos, los que más aventajados estaban y mostraban más interés en los asuntos de que se iba tratando.
El curso teórico-práctico se sucedía a lo largo de varios años en los que el maestro iba enseñando a sus discípulos cada una de las materias a impartir.
Hasta que ¡hete aquí! que uno de ellos se sublevó y acabó denunciando al maestro por intrusismo en la profesión (monopolizada en aquellos tiempos por los sacerdotes del templo).
El maestro acabó condenado a morir en la cruz y los doce discípulos se diseminaron por el mundo como pudieron.
¡Desde entonces no se ha vuelto a convocar otro curso de dios!
Todo esto viene a cuento porque mi jefe se empeña en que haga varias cosas a la vez, al mismo tiempo... Y eso no es imposible, pero ¡Desde varios lugares distantes! O sea, en Madrid y Sevilla al mismo tiempo, por ejemplo.
Se lo he explicado varias veces (Lo del curso de dios) pero no hay manera.
viernes, 4 de abril de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario