lunes, 7 de enero de 2008

Leyes y leyes.

Tras la resaca de Reyes, veamos como está el asunto legal. Pensaba yo el otro día (Y ya es mucho pensar) que hasta donde mis entendederas dan de sí, hay dos tipos de leyes, a saber: Están las que regulan al personal restringiéndole cosas por el bien común, como por ejemplo el código de la circulación, que te castiga si sacas los pies del tiesto y unas cuantas de ese tipo. Luego están las que te permiten hacer ciertas cosas de cierta manera si te sale de los cataplines, pero que no obligan, como la de los matrimonios homosexuales.

Y ahí es donde yo quería ir ¿Por qué no puede haber matrimonios homosexuales? Si hay homosexuales, y eso es innegable a pesar del presidente pakistaní ¿Por qué no dejar que se casen si les da la real gana? ¿En qué perjudica eso al resto de los matrimonios heterosexuales? Desde mi punto de vista, en nada. Si ambos tipos de enlaces cumplen con los preceptos legales establecidos ¿Qué más da? ¿No es una cosa personal de cada cual decidir con quien se casa? Pues ya está. Yo me caso con fulanita y mi amigo con fulanito y por eso no me suben los impuestos ni me contagio de gripe.

Con lo del aborto igual. La que no esté por el asunto, no aborta, y por tanto la ley esa como si no estuviera. Se la trae al pairo porque no le afecta. La que esté en ese trance y decida abortar al menos no la llevan a la carcel (Que bastante trago tiene ya con decidir si aborta o no) Durante muchos años no se podía abortar en este país pero las niñas bien se iban a pasar unos meses a Londres y al volver se las veía más delgaditas (La comida inglesa, que desnutre).

Mis reflexiones navideñas han ido más allá, pero lo dejo para otro día. Si llego a tiempo.

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