Mariano trabaja en una de esas empresas enormes que tienen un montón de sucursales por toda la geografía, o sea que el Jefe Supremo no sabe quien es Mariano ni en foto.
Pero en el lugar de trabajo de Mariano, su jefe es un tipo curioso. Cuando le llama para preguntarle algo la conversación siempre empieza con una palabra suave...
- Eres un sinvergüenza, Mariano.
Claro que esto, dicho en un tono jovial, parece menos de lo que podría ser ¡Y es que el jefe de Mariano es un tío cachondo y muy paternal que quiere mucho a sus empleados!
Por eso, cuando su jefe le pregunta por cosas que no entiende porque son demasiado técnicas (Su jefe es un buen gestor, pero no es un técnico) Mariano se esfuerza en explicarle todo muy clarito. Sin embargo, su jefe no es tonto, y antes de preguntarle a Mariano se ha informado acerca del asunto y muchas veces las explicaciones de Mariano tienen que ser bastante más largas de lo que sería necesario porque los informadores de su jefe no son lo competentes que debieran, o él entiende las cosas alrevés, o se hace el tonto para ver si Mariano controla la situación. Hasta ahora Mariano ha salido airoso de esas pruebas, pero ya le cansa el método.
A veces Mariano explica la razón de un problema técnico al jefe del departamento tal, ese jefe le comenta el problema y la explicación al jefe cual y éste último acaba por invitar a un café el jefe de Mariano, quien no pierde el tiempo en llamar a Mariano para que le explique lo que sucede. ¿Saben ustedes el chiste del eclipse y del cuartel?
Pues al final resulta que tras una amena (Y larga) conversación con su jefe, Mariano tiene la sensación de que pierde más tiempo explicando cosas a uno y a otro jefecillo (Que, todo sea de paso, "tienen derecho a saber lo que se cuece"), que trabajando.
Mariano tiene la mosca tras la oreja porque piensa que a lo peor su jefe no se fía de él.
viernes, 14 de septiembre de 2007
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