Mira que no tenía yo nada de qué hablar hoy.
Mira que llevo una mañana tranquila en el curro. Cosas por aquí, cosas por allá. Asuntos que van y vienen, gestiones fluidas... Una mañana de esas que te vas a casa con la sonrisa en los labios y pensando que ha sido un día redondo.
Llego a casa y me encuentro a mi esposa al teléfono. ¡Le ha venido de perlas que llegase yo porque me lo ha pasado ipso-facto! Era un chico, señor, señorito,tipo de telefónica (Tengo su nombre y su número de empleado, atiende a las iniciales de S S y su número empieza por T y termina por 7, si es que los datos que me ha dado eran ciertos) No sé qué quería, porque después de hablar un buen rato con él le notaba yo cada vez más nervioso: He estado interrumpiéndole adrede y rompiéndole el hilo del rollo que llevaba preparado pidiéndole aclaraciones, una tras otra, hasta que me ha dicho que esperase y me ha puesto musiquita. Le he colgado.
A continuación ha llamado una chica, señora, señorita, tipa o lo que sea y a ésta le he estado haciendo dudar de los datos que le salían a ella en pantalla hasta que también le he colgado.
Puede que a lo mejor me quisieran hacer un favor, pero es que estoy ¡HASTA LOS GÚEVOS! de que me llamen a casa.
Vamos que me han dado una excusa cojonuda para escribir hoy. Y eso sí que se lo tengo que agradecer.
martes, 18 de septiembre de 2007
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