Hace unos días divagaba mi mente entre el limbo y la tierra y se me ocurrió una comparación acerca de la legalización o no del oficio más antiguo del mundo: la prostitución.
Veamos, hay quien tiene coche propio y quien no. El que lo tiene hace uso de él, pero el que no lo tiene puede escoger entre alquilar uno, si tiene carné de conducir, o utilizar el transporte público (Metro, autobús, ferrocarril, barco, avión)
Traslademos eso al mundo del sexo: Hay quien tiene pareja, estable o no, y quien no la tiene. El que la tiene, podríamos decir que tiene el sexo asegurado (Con más o menos frecuencia, con más o menos calidad, con más o menos amor, pero de alguna manera lo tiene) El que no tiene pareja podría escoger entre alquilar sexo, si tuviera la licencia pertinente, o utilizar el sexo público.
De lo que se deduce que quizá no fuera mala idea crear una serie de establecimientos públicos, regulados y controlados donde se pudiera obtener sexo con garantías.
Regular las condiciones bajo las que, con las debidas garantías, una empresa pudiera dedicarse a proporcionar sexo.
Regular las condiciones que debería cumplir toda aquella persona que deseara dedicarse a proporcionar sexo, tanto por cuenta propia como por cuenta ajena.
Regular las condiciones bajo las que un usuario pudiera obtener sexo público con garantías.
¿Utopía?
Bueno, si alguien quiere coger el toro por los cuernos habrá que empezar por bajar al ruedo y plantearse las cosas de manera eficiente. Quien sabe, a lo mejor hasta se le podría sacar un impuesto. ¿He dicho impuesto? ¡Hostias, como me oiga algún político la cosa puede llegar a buen término!
Veamos, hay quien tiene coche propio y quien no. El que lo tiene hace uso de él, pero el que no lo tiene puede escoger entre alquilar uno, si tiene carné de conducir, o utilizar el transporte público (Metro, autobús, ferrocarril, barco, avión)
Traslademos eso al mundo del sexo: Hay quien tiene pareja, estable o no, y quien no la tiene. El que la tiene, podríamos decir que tiene el sexo asegurado (Con más o menos frecuencia, con más o menos calidad, con más o menos amor, pero de alguna manera lo tiene) El que no tiene pareja podría escoger entre alquilar sexo, si tuviera la licencia pertinente, o utilizar el sexo público.
De lo que se deduce que quizá no fuera mala idea crear una serie de establecimientos públicos, regulados y controlados donde se pudiera obtener sexo con garantías.
Regular las condiciones bajo las que, con las debidas garantías, una empresa pudiera dedicarse a proporcionar sexo.
Regular las condiciones que debería cumplir toda aquella persona que deseara dedicarse a proporcionar sexo, tanto por cuenta propia como por cuenta ajena.
Regular las condiciones bajo las que un usuario pudiera obtener sexo público con garantías.
¿Utopía?
Bueno, si alguien quiere coger el toro por los cuernos habrá que empezar por bajar al ruedo y plantearse las cosas de manera eficiente. Quien sabe, a lo mejor hasta se le podría sacar un impuesto. ¿He dicho impuesto? ¡Hostias, como me oiga algún político la cosa puede llegar a buen término!